Historia de vuelta a los orígenes

miércoles, 28 de mayo de 2008

Testimonios: Mamá Jacinta
escrito por Judith Sanders
sábado, 12 de mayo de 2007
Johann Bauer se identifica con pasaporte alemán, sin embargo, sus rasgos físicos, delatan su origen andino. Johann, ya no recuerda, el día que su madre en Perú, decidió darlo en adopción. Él ha tenido una familia, que le ha brindado una niñez feliz. Sin embargo, nos cuenta que siempre sintió la rara sensación, que su madre peruana, lo esperaba. Cuando alcanzó la mayoria de edad, tomó un vuelo que lo llevaría a vivir, como el dice, su “segundo nacimiento”, cuando conoció a su madre, y a sus 10 hermano peruanos...
Johan acaba de cumplir 24 años, tiene una mirada tímida, que se acentúa con sus negros ojos aguileños. Cuando llega a un lugar de habla hispana, se dirigen a él, hablándole en español, un idioma que ha empezado a aprender, cuando decidió cruzar el Atlántico en busca de su madre. Con ayuda de sus padres adoptivos, se comunicó con el convento, que hizo de intermediario para su adopción y las monjas no dudaron un instante, en brindarle ayuda, despolvaron actas, recorrieron pueblos y dieron con Jacinta Chuquillanqui Llauca.



Habían pasado muchos años, desde el día, en que Jacinta tuvo que entregar a “mejores manos” a su bebé, apoyada por estas religiosas. Jacinta relata, que cuando vió en Diciembre del 2003 a una monja en la puerta de su casa, sintió que había recuperado a su hijo:

La situación económica de aquellos tiempos era dura, lo que ganaba, no bastaba para alimentar a mis hijos. Esperaba mi octavo hijo y en lugar de sentirme feliz como toda madre, que espera un bebé, yo sentía preocupación. No tenía trabajo, lavaba ropa en un hotel, y la paga no cubría ni para el alquiler. Cuando nació Baltazar (Johann), tuve la visita de unas monjitas, quienes sabían de mi situación y me propusieron entregarles el niño, para darlo en adopción a una pareja que no podía tener hijos. Lloré mucho, pensaba que Dios me castigaría, pero también empecé a pensar que tal vez, mi Baltazar, gozaría de una mejor vida y precisamente, eso era lo que yo no le podía ofrecer. Con esta propuesta, su destino sería diferente al mío, aunque lejos de su familia.



Johann, se crió en el norte de Alemania, sin contacto alguno con el país que lo vió nacer. Cuando su madre adoptiva, Gudrun, viajó a Perú en 1983, había perdido las esperanzas de un embarazo y hasta ese entonces nunca había pensado en una adopción, como alternativa. En Perú, Gudrun visitó a una amiga de su madre, que como monja, había decidido hace muchos años, dejar Alemania y dedicarse a servir a Dios en un convento andino. En conversaciones, ella le confió a la monja la razón, por la que ella no podía tener hijos. La monja, le informó, de la situación de muchos niños que necesitan de una familia y que si había pensado, como alternativa, en la adopción. Gudrun Bauer, volvió a soñar, como tantas veces lo había hecho. Tener un niño en los brazos y considerarlo suyo, había siempre sido su deseo. Ella y su esposo no pudieron conciliar el sueño, aquella noche de gran decisión.

Alargaron su estadía en Perú y las monjas del convento empezaron a ver los casos más necesitados del pueblo. Gudrun, tenía sentimientos encontrados, por un lado se sentía feliz, por otro, pensaba que era un sueño y muchas veces sintió estar cometiendo un acto criminal:



Cuando viajé a Perú, no lo hize con el propósito de adoptar un niño y nunca pensé, que iba a regresar con un precioso bebé en brazos, mi bebé. Llamé a mi madre, tenía ciertos temores de que la idea no sea apoyada o tal vez, no deseaba ser juzgada. Mi madre, adoptó en aquel instante, su posición de abuela. Esto me reconfortó mucho. Tomó un vuelo y llegó a Perú días después. Mientras yo esperaba, imaginándome como iba a ser mi bebé, puedo asegurar, que fué, como una espera de embarazo. Si, así me sentí. El día, que ví a Johann por primera vez, estaba envuelto en una colorida manta, dormía placidamente y pensé, que nunca había visto en mi vida, un ser más bello que ese. Tuve temor de tomarlo en mis brazos y me rechazó, con sus dos meses de vida. Pero cuando lo arrullé en mi regazo, pensé ver una sonrisa en él y desde aquel instante, sentí, que era una persona realizada, que no me faltaba nada en la vida para ser feliz. Johann, ha sido mi felicidad, la luz en mis días oscuros. Con esa sonrisa, olvidé todas esas heridas, que tenía mi alma, hechas en el cruel camino hacia la busqueda de la maternidad.



Cuando Johann tenía 5 años, empezó a preguntar, porque él era fisicamente diferente a sus padres. A lo que le explicaron, que era un niño adoptado. Para él, fué un tema sin problemas, hasta que llegó a la adolescencia. Tenía miedo herir a su madre adoptiva, si le confesaba que deseaba conocer a su madre biológica. Un invierno, Johann se encontraba con sus padres de vacaciones, esquiando, como todos los inviernos, en los alpes austriacos. Mientras desayunaban, Gudrun preguntó: - ¿Johann, desearías conocer a tu madre?- Esta pregunta fué un golpe para el chico, que según nos cuenta, lo deseaba en secreto:



Cuando mi madre Gudrun, me preguntó, si deseaba conocer a mi madre biológica, pensé espontáneamente en mentir y decirle que no, pues tenía miedo lastimarla y herir a la persona que había hecho de mí, un niño feliz. Siempre que miro hacia el horizonte del pasado, me recuerdo cogido de su mano. Pero me dí valor y le dije que sí y cambié de tema. Mi madre Gudrun, es la persona que mejor me conoce; esa noche me confió que ella también quería conocer, a tan valiente mujer que por amor a su niño, había renunciado a él. Esas palabras, hicieron que admirara más a mi madre biológica.



Gudrun y Johann llegaron a Perú en enero del 2004. Ambos se sentían nerviosos. Para Jacinta, el encuentro con su hijo, significaba, estar perdonada por el destino. Ese día habían llegado todos sus hijos y esperaban con gran algarabía, la llegada de Baltazar, la familia volvía a completarse. Jacinta, al ver entrar a Baltazar, lloró pidiéndole perdón y nos cuenta:

Cuando Baltazar cruzó el umbral de mi casa, recordé el momento en que lo entregué, creo que hasta pensé que no había cambiado. Era, pues, mi bebé, el que tenía al frente. Después de unos minutos, pensé, que era alto, buen mozo, elegante. Tuve miedo, a los reproches, a que no comprendiera porque lo entregé, que me ví obligada a darlo en adopción. Desde ese día, hemos permanecido en contacto, nos envía fotos, nos llama por teléfono, y ahora ya habla español. Soy una mujer afortunada, pues he recuperado a mi hijo, por fín terminaron las noches, en que no podía conciliar el sueño, preguntándome dónde está.

Johann Bauer, se considera un hombre con suerte. No reprocha, tampoco se siente defraudado. Ha tenido la suerte de crecer con una madre, que lo consideró, el hijo que ella siempre quiso tener y también la suerte de haber conocido a su madre biológica. Él reside en Alemania, y a la pregunta, de si se consideraba peruano o alemán, responde:

Me consideré un alemán toda la vida, hasta el día que conocí mis raíces, desde ese día, siempre respondo que soy peruano, en realidad, siempre lo he sido, pero ahora lo soy de corazón



Un agradecimiento especial a Johann Bauer (Baltazar), su madre adoptiva, Gudrun Bauer y su madre biológica, Jacinta Chuquillanqui Llauca (desde Perú) por habernos confiado su conmovedora historia, que está dedicada a nuestros lectores, por este día tan especial “el dia de la Madre”.





Responsable de la traducción al español, recopilación de datos y redacción de Judith Sanders.

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